Lidiando con la Ira - El Encubrimiento
A la edad de 21 años me comprometí a vivir por Cristo a tiempo completo como pastor. Fue un compromiso genuino de hacer lo que sentía que Dios me estaba llamando a hacer. Dejé la Fuerza Aérea e ingresé a la escuela. Terminé en una escuela que le enseñaba a la gente a rechazar sus sentimientos. Aprendí a poner de lado sentimientos de enfermedades físicas, emocionales, o espirituales. Aún si los tenía, no podía hablar de ellos.
Aprendí cómo dejar fuera sentimientos de rabia, rechazo, y soledad. Aprendí a encubrir mi pecado con religiosidad. No sólo tenía a otras personas que me habían rechazado, ahora tenía que rechazar los sentimientos de rechazo. Todas las heridas, dolores, y pecados estaban en esta enorme olla a presión. . . listos para explotar. La escuela terminó y yo estaba listo para decirle a la gente cómo tener éxito en la vida. Estaba listo para enseñarle a la gente acerca del poder del amor de Dios y de Su habilidad para librar y sanar. Yo mismo todavía no había visto la evidencia de la sanación de Dios.
Pronto conocí a Peter y a Nancy, quienes eran unos cristianos bastante fuera de lo común. Sin importar lo que yo dijera o hiciera, ellos no me rechazaban. Las semillas de amor y aceptación comenzaron a crecer. Debido a su amor por mí, me llamaban su "muchacho." Se convirtieron en padres espirituales. Yo fui su hijo en la fe.
Una vez, mis padres vinieron de visita y frente a Peter y Nancy me llamaron su "hijo tonto." Recuerdo vívidamente el desdén de Peter por su comentario. Él les dijo a mis padres que yo no era tonto. En ese momento me sentí muy apreciado. Alguien me defendió, en lugar de menospreciarme.
Lidiando con la Ira - Ocultándome en el Ministerio
A la edad de 27 años me casé con una mujer que tenía dos hijos, a los que adopté dentro de los siguientes seis meses de nuestro matrimonio. Después de dos meses de matrimonio, mi nueva esposa quedó embarazada. ¡Pensé que lo tenía todo! Era un esposo, un padre, y estaba involucrado en una iglesia. Todavía estaba incubando rabia y problemas de control, mientras ocultaba mi pecado. Me convertí en un esposo, padre, y líder controlador -- practicando los mismos métodos de crianza y autoridad que había aprendido de niño. Era la manera como mi madre hacía las cosas, así que yo haría las cosas de la misma manera.
Dos años después del matrimonio estaba listo para diversificarme en el ministerio a tiempo completo -- con mi familia y todos mis problemas interiores. A pesar de mis problemas personales y las luchas matrimoniales que habían surgido en los últimos dos años, nos mudamos a El Salvador como misioneros. Estando allá vi muchos milagros grandes. A pesar de nuestro exitoso ministerio, todavía luchaba con la rabia, el control, y el pecado. ¿Cómo podía ser esto? ¿Cómo podía utilizarme Dios en Su iglesia? Le era tan infiel. Aún así, en Su misericordia y gracia, Él me utilizó en el ministerio.
Los problemas matrimoniales se incrementaron y comenzaron a influenciar nuestro ministerio. Después de tres años y medio como misioneros, regresamos a casa. Acepté un puesto de pastor de jóvenes y me mudé antes que la familia para comenzar en el puesto. Mi esposa y mis tres hijos se reunirían conmigo seis semanas más tarde, una vez que terminara el colegio. Eso nunca sucedió. Mi esposa decidió que el matrimonio no era para ella y pidió el divorcio. Una vez más era rechazado. De repente era un padre soltero.
Durante los meses que siguieron al divorcio asistí a una clase de recuperación para divorciados, y comencé a darme cuenta que mis problemas de control tuvieron mucho que ver en la separación (aunque no eran el único factor). El divorcio me puso en el camino de la sanación. No me malinterpreten, el precio que pagué fue alto. Mis hijos estaban pagando ahora el precio del pecado de sus padres. Fue necesario que se despedazara mi familia para hacerme entender la realidad.
Varios meses más tarde conocí a una mujer increíble, que eventualmente se convirtió en mi segunda esposa. Ella se volvió (y todavía lo es) mi mejor amiga. Ella vino con dos niños que no me gustaban, ni yo a ellos. Ella también tenía problemas con mis hijos. Mezclados con esta nueva familia estaban mis problemas de control y mi pecado secreto.
Mi esposa sabía que ella se había casado con un hombre llamado para "Su" iglesia y estaba encantada de casarse con alguien que amaba a Dios. Sí, yo amaba a Dios, pero no podía escaparme de los problemas que todavía me impedían ser todo lo que Dios quería que fuera.
Unos años más tarde, acepté un puesto como pastor principal de una iglesia. A pesar de la fachada positiva, mis problemas personales todavía me carcomían.
Lidiando con la Ira - Efectos Físicos
La ira, el control y el pecado estaban comenzando a afectar mi corazón físico y experimenté severos ataques de arritmia. Estuve en el servicio de emergencias cinco veces en un periodo de dos semanas, a veces con mi corazón latiendo hasta 190 latidos por minuto. Durante una reunión de negocios, miré a mi jefe y le dije que me llevara al hospital inmediatamente. Le dije: "No llames a una ambulancia. Sólo llévame allá." El médico de turno me administró una droga que actuó de manera adversa con la medicina que mi cardiólogo me había recetado, y en dos ocasiones estuve sin signos vitales. A los tres segundos de haber parado mi corazón supe que estaba muriendo. Mis ojos se pusieron en blanco y me dirigía a la eternidad. Inmediatamente mis pensamientos se dirigieron a mi familia. Pensé: "¿Qué pasará con ellos?" Tenía más miedo por ellos que por mí mismo. Fui sacudido de vuelta a la vida cuando mi corazón, en las dos ocasiones, comenzó a latir milagrosamente.
Al día siguiente, le informé a mi cardiólogo lo que había ocurrido. Él inmediatamente hizo arreglos para trasladarme a la Clínica Mayo en Rochester, MN, en donde un equipo médico efectuaría una operación de 8 horas que localizaría cada terminación nerviosa de mi corazón. El equipo encontró que tres nervios estaban pulsando equivocadamente y ocasionándome la arritmia. Entonces me di cuenta que aunque mi corazón físico estaba siendo afectado por tres terminaciones nerviosas, mi vida espiritual estaba siendo afectada por tres problemas: pecado, ira, y control.
Antes de la operación, un doctor me explicó lo que era el nodo sinusal, un pequeño músculo muy adentro del corazón que hace que las partes externas del corazón bombeen sangre apropiadamente. Ese músculo es llamado el "corazón del corazón." Cuando escuché eso, se me llenaron los ojos de lágrimas, porque recordé un verso de 1ra de Pedro que dice: "Que vuestro atavío sea el interno, el del corazón." Me di cuenta que el corazón de mi corazón (el hombre oculto de mi corazón) necesitaba ser fuerte. El corazón del corazón, el nódulo sinusal, era lo que preocupaba más a los doctores. Si esa área de mi corazón estaba dañada, el pronóstico iba a ser malo.
Casi veinticuatro horas después de la cirugía, el cirujano en jefe vino y me dijo que el "corazón de mi corazón," el nódulo sinusal, estaba perfecto. Las lágrimas comenzaron a formarse de nuevo. Siguió diciendo que eran las partes externas de mi corazón las que necesitaban algunos retoques.
Lidiando con la Ira - Aprendiendo el Camino de Dios
Por muchos años de mi vida había tratado de arreglar los problemas que enfrentaba por mí mismo -- por mi propio poder, en lugar de dejar que Dios operara. Aunque muy dentro de mí, el corazón de mi corazón estaba latiendo por Él, mis partes exteriores no estaban latiendo adecuadamente.
He decidido renunciar a la ira, al control, y a la masturbación. Aunque todavía lucho ocasionalmente, mi corazón late más que nunca por Dios. No hay un día que no sea tentado por el pecado, pero tengo que elegir decirle no. Mientras más me acerco a Dios, tengo menos rabia. Mientras más control le doy a Dios, más me acerco a mi esposa. Estoy viendo sanación en mi corazón.
Hace varios años, mi esposa y yo guiamos a mi padre al Señor. Hoy, él asiste a la iglesia todos los domingos con mi madre, quien está trabajando en la sanación de su pasado. Yo la odiaba, pero hoy, ella es un gran amor de mi vida. Yo la he perdonado por los problemas que me pasó. Yo sé que esto no fue premeditado por ella. Fue un comportamiento aprendido de sus padres que ella les enseñó a sus hijos.
Jesús le dijo a una muchedumbre de gente religiosa que estaban a punto de apedrear a una mujer por adulterio: "Aquel sin pecado, arroje la primera piedra." Yo no puedo arrojarle piedras a mi madre. Ella, como yo, siguió los pasos de la generación previa. Puede haber gente alrededor suyo que está perpetuando los pecados de sus generaciones anteriores. Ellos también pueden estar luchando con los pecados de la ira, el control, y la masturbación. Tal vez ellos tengan problemas de alcoholismo, adicción a las drogas, pornografía, u otra cosa. Ellos no necesitan que usted les arroje una piedra, sino que sea alguien con quien ellos puedan hablar para encontrar amor, oración, apoyo, y sanación.
Derechos de Autor © 2002-2021 AllAboutLiving.org, Todos los Derechos Reservados